Semillas blancas del cielo gravitan, bailan en el aire al ritmo de unos sueños ajenos al soñador. Y se recogen en los árboles, en las hojas, en las barbas del viejo lenga que recubre el sustrato de motas verdes en un infinito blanco manto. Ligera, pura y libre la nieve bajo nuestros pies; fría y húmeda en nuestra piel. Solitarios errantes en medio de la nada, dulce compañía del alma del bosque, subiendo por la cumbre nevada del fin del mundo.
Leña caída, árboles descompuestos por un diminuto hongo dueño del bosque, que lo sustenta para crear su propio abastecimiento. Observamos con atención el círculo cerrado del ecosistema, dónde él mismo se alimenta y es alimentado. Yo doy, yo recibo.
De formas sinuosas, se levanta la vida, curiosa, seductora, con la belleza de la vejez en sus rostros de madera.
Silencio y rizas, rizas y silencio, cuando los árboles crujen, cuando el pájaro canta, cuando la nieve respira y nos tira de los pies y nos cubre hasta la cintura y nos deja sentir parte de la tierra. Polvo de nieve que bendice nuestros pasos. Agua que fluye por el lacrimal del glaciar, deshielo que da la bienvenida a una primavera caprichosa. Cristales de hielo fragmentado, pequeños diamantes de este paraíso que salen cuando viene su amigo, el sol. Yo soy todo, yo soy nada, yo y la nieve, yo y el firmamento, yo rodeado de naturaleza, yo rodeado de pureza; la naturaleza, la pureza, el agua, el aire, a caso no forman parte de mi? Así, todo y nada al mismo tiempo, y yo, dónde estoy yo? Dónde empiezo? Dónde termino?
Y el sol asoma la cabeza mientras el hielo vergonzoso se esconde bajo la nieve pero se olfatea que tantos años tiene encima que uno debe escuchar con su sutil presencia de niño el cuento de un planeta dónde el agua se heló preservando en su memoria el testimonio de sabrosa sabiduría que solo será desvelada para quienes deseen degustarla con su corazón, en el goteo del glaciar.
Glaciar Martial, Ushuaia, Terra de foc.
Leña caída, árboles descompuestos por un diminuto hongo dueño del bosque, que lo sustenta para crear su propio abastecimiento. Observamos con atención el círculo cerrado del ecosistema, dónde él mismo se alimenta y es alimentado. Yo doy, yo recibo.
De formas sinuosas, se levanta la vida, curiosa, seductora, con la belleza de la vejez en sus rostros de madera.
Silencio y rizas, rizas y silencio, cuando los árboles crujen, cuando el pájaro canta, cuando la nieve respira y nos tira de los pies y nos cubre hasta la cintura y nos deja sentir parte de la tierra. Polvo de nieve que bendice nuestros pasos. Agua que fluye por el lacrimal del glaciar, deshielo que da la bienvenida a una primavera caprichosa. Cristales de hielo fragmentado, pequeños diamantes de este paraíso que salen cuando viene su amigo, el sol. Yo soy todo, yo soy nada, yo y la nieve, yo y el firmamento, yo rodeado de naturaleza, yo rodeado de pureza; la naturaleza, la pureza, el agua, el aire, a caso no forman parte de mi? Así, todo y nada al mismo tiempo, y yo, dónde estoy yo? Dónde empiezo? Dónde termino?
Y el sol asoma la cabeza mientras el hielo vergonzoso se esconde bajo la nieve pero se olfatea que tantos años tiene encima que uno debe escuchar con su sutil presencia de niño el cuento de un planeta dónde el agua se heló preservando en su memoria el testimonio de sabrosa sabiduría que solo será desvelada para quienes deseen degustarla con su corazón, en el goteo del glaciar.
Glaciar Martial, Ushuaia, Terra de foc.